El final del embarazo es un momento emocionante pero también lleno de expectativas y, en algunos casos, de incertidumbre. A medida que se acerca la fecha del parto, tanto la madre como el equipo médico deben estar preparados para cualquier situación que pueda surgir.
Durante estas últimas semanas, se realizan una serie de pruebas esenciales para asegurarse de que todo esté en orden antes del nacimiento. Estas pruebas tienen como objetivo principal evaluar el bienestar tanto de la madre como del bebé, identificar posibles complicaciones y tomar las decisiones adecuadas para garantizar un parto seguro.
A partir de la semana 37, ya se considera a término, y los bebés que nacen después de ese punto no son considerados prematuros. Sin embargo, incluso en esta etapa avanzada, es fundamental realizar un monitoreo constante para asegurar que todo progrese de manera adecuada.
Estas pruebas permiten tomar decisiones informadas sobre si es necesario inducir el parto, programar una cesárea o, en algunos casos, intervenir ante cualquier problema que pudiera surgir.
Entre la semana 34 y 36 se lleva a cabo un análisis de sangre que tiene dos objetivos principales: medir los niveles de hemoglobina para detectar anemia y evaluar la coagulación sanguínea. Si la madre presenta anemia, se puede iniciar tratamiento, y si los niveles de coagulación no son adecuados, podría ser necesario ajustar el plan para el parto, especialmente si se considera el uso de anestesia epidural.
En este análisis también se repiten pruebas serológicas, como la de VIH, para descartar infecciones que la madre pudo haber contraído durante el embarazo.
Entre las semanas 35 y 37 se realiza un cultivo vaginorectal para detectar el estreptococo del grupo B. Si el resultado es positivo, no significa que la madre tenga una infección, pero durante el parto se administrarán antibióticos para evitar que el bebé contraiga una infección grave.
A partir de la semana 40, o antes si se trata de un embarazo de riesgo, se utiliza un cardiotocógrafo para monitorear los latidos del corazón del bebé y las contracciones uterinas. Esto permite evaluar el bienestar del feto y determinar si el parto puede continuar de manera natural o si es necesario inducirlo.
Al final del embarazo, puede ser necesario realizar una ecografía para verificar la posición del bebé y estimar su peso, especialmente si el embarazo se prolonga más allá de las 41 semanas. También, un tacto vaginal ayuda a determinar si el cuello uterino ha comenzado a dilatarse, lo que indica que el parto podría estar cerca o si será necesaria una inducción.
Si se planea el uso de anestesia epidural, se debe realizar una visita preanestésica, donde el especialista revisará el historial médico de la madre y los resultados de las pruebas de coagulación. En caso de que no se pueda administrar la epidural, se discutirán otras opciones para el manejo del dolor.
La tensión arterial se monitorea cuidadosamente en las últimas semanas, ya que un aumento puede ser señal de preeclampsia u otras complicaciones hipertensivas que podrían requerir una cesárea o inducción del parto. Además, se controla el peso de la madre para detectar edemas, que son comunes al final del embarazo.
En estas últimas visitas, las pruebas se realizan con mayor frecuencia para garantizar que tanto tú como el bebé estéis bien preparados para el parto. Aunque pueden parecer muchas evaluaciones, cada una está diseñada para cuidar de tu salud y asegurar una llegada segura para tu bebé.
¿Quieres aprender más consejos sobre prevención y salud durante el embarazo? Te recomendamos nuestro Curso de Preparación a la Maternidad, donde aprenderás todo lo que tienes que saber desde el inicio de tu embarazo hasta el postparto. Te explicamos en detalle las pruebas necesarias en el embarazo, los cambios en el cuerpo de la madre, los cambios en el feto, la preparación al parto y el momento del parto y el postparto.